El término contaminación sonora hace referencia al ruido, es decir, sonido molesto, que es provocado por toda clase de actividades humanas, por ejemplo: el tráfico, trabajadores con martillo neumático, ruidos por obras, hasta el vuelo de aviones y provoca efecto de carácter negativo sobre lo auditivo, físico y mental de la gente.
Causas de la contaminación sonora

Riesgos de la contaminación sonora
Según organismos internacionales, por culpa de la contaminación sonora se corre un riesgo de adquirir una disminución de la capacidad auditiva, también existe la posibilidad de que produzca trastornos psicológicos e incluso fisiológicos, lo cual se ve reflejado a nivel social.
Según la OMS, el límite superior deseable de la contaminación sonora es 50dB.
Se entiende por contaminación sonora a la presencia en el espacio urbano de ruido, definido a su vez como “sonido no deseado”. Nos referiremos específicamente al ruido urbano; o sea a la exposición ambiental involuntaria que no puede ser controlada ni modificada a voluntad por parte de la persona afectada. Por fuera de él existe la exposición laboral que se produce en espacios de trabajo, así como el ruido social, típico de los locales de diversión.
El ruido es un contaminante fácil de producir (se precisa una pequeña cantidad de energía para generar ruido) y suele ser considerado menos agresivo o peligroso que aquéllos que pueden verse u olerse. La causa de esta aparente inocuidad estriba en la ausencia de una huella luego de que cesa el fenómeno y de su limitado radio de acción, a diferencia de la emisión de fluidos tóxicos u otros agentes contaminantes. Pero, si bien el ruido no tiene un efecto acumulativo en el ambiente, sí lo tiene en las personas. Este hecho se manifiesta por la gran cantidad de dolencias físicas que son atribuidas al ruido; entre ellas, la disminución de la capacidad auditiva (hipoacusia), afectaciones al sueño, hipertensión, trastornos gastrointestinales y estrés. Por dichas razones, en el Congreso Mundial del Medio Ambiente de Estocolmo del año 1972, declaró al ruido como agente contaminante.

De todos ellos, los ruidos provenientes de los automotores son los más importantes, por su alta presencia. Se puede distinguir como fuentes de ruido automotor a la propulsión, la interacción entre la cubierta y el pavimento y la regularidad de la marcha, muy incidida por el comportamiento del conductor.
El AMBA presenta características heterogéneas. Su Área Central, así como los centros secundarios y las principales vías de circulación que los unen, presentan concentración de áreas comerciales, mayores movimientos de personas y, por ende, una mayor densidad de tránsito; en especial, de tránsito automotor. En cambio, en el conurbano estos factores tienen menor presencia, existe mayor dispersión de actividades y menores flujos de personas y de vehículos.
Un reciente estudio denominado Mapa de Ruido, realizado por el GCBA sobre un sector de la Ciudad de Buenos Aires (una franja paralela a la costa del Río de la Plata, que abarca desde el barrio de Barracas por el sur,hasta los inicios del barrio de Belgrano por el norte) arroja valores entre 75 y 80 decibeles (dB) prácticamente para todas las avenidas de la zona de estudio. Para las calles, la situación más generalizada es la de valores de 70/75 dB, que tiende a ascender a 75/80 dB en las zonas más comerciales y con mayores flujos de tránsito (entorno de Plaza Italia; sectores entre Once y Congreso) y tienden a descender a 65/70 dB en las zonas más residenciales (Colegiales, Barracas).
Se realizaron 43 mediciones para este estudio de las cuales en la Ciudad de Buenos Aires se realizaron 13 mediciones en calles céntricas muy transitadas. Las restantes 30 mediciones se eralizaron en el Gran Buenos Aires (10 en Zona Norte, 10 en Zona Oeste y 10 en Zona Sur). En cada Zona se seleccionaron 5 localidades y se realizaron 2 mediciones en cada una de ellas.
En la Ciudad de Buenos Aires se registró valores de entre 70 y 82 dB, con predominio de valores de 78 dB. En la Zonas Norte y Oeste del Gran Buenos Aires los valores oscilaron entre 68 y 78 dB, siendo un poco menores en la Zona Sur (entre 61 y 78 dB).
El panorama presentado permite señalar tres órdenes de recomendaciones. En primer término, es evidente la necesidad de crear mayor conciencia sobre los efectos nocivos que el ruido produce sobre la salud y bienestar de la población y, consecuentemente, sobre la eficiencia de las actividades urbanas en general.
Por otra parte, es necesario un mayor conocimiento, tanto de los niveles de ruido presentes en la ciudad, así como de la incidencia diferencial que tienen las diversas fuentes que lo producen, según las distintas zonas, días de la semana y momentos del día.
Finalmente, es posible y necesario gestionar la contaminación sonora a partir del conocimiento que ya se tiene sobre la misma.
Con respecto al ruido proveniente del transporte automotor, cabe señalar que deben considerarse, desde el punto de vista del emisor, los aspectos relacionados con el tipo de vehículos, con el volumen y la velocidad media del tránsito, con las características físicas de las vías de circulación, con los hábitos de manejo, así como con los factores climáticos y espaciales. Desde el punto de vista de las afectaciones, es importante regular la cercanía entre las trayectorias más ruidosas y las zonas residenciales o más frecuentadas por público, así como disponer medidas de morigeración.
Con respecto a las fuentes fijas (en especial, actividades industriales, recreativas y deportivas), cabe destacar que una adecuada gestión urbanística de regulación de los usos del suelo constituye el recurso preventivo más eficiente y económico. Como criterios de resolución de las actividades que constituyen fuentes ya existentes, debería operarse a nivel de gestión sobre el control de los niveles de emisión y transmisión de los ruidos que produce.
Griselda Jans
Fuentes:
Atlas Ambiental de Buenos Aires - http://www.atlasdebuenosaires.gov.ar.
Página web del GCBA.
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